lunes, 26 de noviembre de 2012

Tutorial de Cabezal Capitoné


Hace varias semanas que no tenía tiempo para compartir alguna de nuestras remodelaciones! En parte se debe a que hace dos meses nos mudamos a casa + oficina nueva y desde entonces cada minuto libre está dedicado a pintar, serruchar, conectar, agujerear, etc.
La casa por fin va cobrando forma y adquiriendo nuestro carácter, así que ahora comenzamos la etapa que más me gusta: las terminaciones decorativas.

Hace tiempo que pensaba en fabricarle un cabezal para la cama con el glamour que se merece mi hija Juana (10 años). Y este fin de semana largo, llegó su turno.
Cabe aclarar que casi todo lo que sé sobre tapicería lo aprendí de blogs y sitios web norteamericanos. De mujeres como yo que llevan un registro de sus "progresos restauradores" y los comparten con el ciberespacio. A ellas les debo un gran agradecimiento y la (casi) obligación de publicar un tutorial de capitoneado en español.

Parece más complicado de lo que es, solo hace falta una tarde libre, hacer fuerza y el condimento óptimo: un marido con habilidades para la carpintería.
De no tener las herramientas (o el marido habilidoso) que cito, todos los procesos son realizables en mercerías o carpinterías (o Easy). Espero que a algún alma inquieta como yo le sirva!


Paso 1. Cortar una plancha de goma espuma de 5cm de espesor a la medida que se desee el cabezal. Un vez cortada, marcar el dibujo que se quiera armar con los capitones. La terminación tradicional es en rombos, como la hice aquí.



Paso 2. Una vez marcados en el dibujo los puntos donde van a ir los capitones, cortar con un cutter (o trincheta) para que queden un agujero que atraviese el espesor de la goma espuma. No tiene que se prolijo, como salga!


Paso 3. Aquí entra el marido habilidoso que les comentaba. Hay que cortar una madera, fibrofácil, MDF, aglomerado o lo que tengan a mano (o al alcance de la billetera) de la misma medida de la goma espuma. Yo prefiero el fibrofácil porque es prolijo para trabajar, no se curva, tiene mucha resistencia y es económico.
Aquí pueden ver que pusimos encima la goma espuma y marcamos los puntos de los capitones a través de los agujeros hecho con el cutter. Una vez marcados, hay que agujerear con un taladro en cada marca.


Paso 4. Mientras mi marido hace los agujeros, yo me dedico a armar los capitones o botones de tapicería. En casa tenemos la maquinita para poner broches, a la que le compré la matriz para armar capitones, pero se pueden encargar en cualquier mercería. En este caso los armé con gabardina color crema porque quiero que contrasten con el rojo tomate del cabezal. Y quedaron pe-re-fe-que-tos:


 Paso 5. Hora de montar todo.


De abajo hacia arriba: fibrofácil, goma espuma, una capa de guata para suavizar los bordes de la goma espuma y por último la tela (o cuero) elegida. La guata y la tela tiene que sobresalir unos 15 a 20 cm de cada lado, para darle soltura de movimiento a la colocación de los capitones.


Paso 6. Empezamos con el capitoneado. Lo más fácil es poner la estructura vertical. En mi caso, la apoyé sobre dos sillas, haciendo tope (del lado de la tela) con la mesa. Para poner los capitones uso un aguja gruesa, como las que se usan para coser tela, y un tramo de aprox. 50 cm de hilo encerado. Pongo el tramo de hilo doble y suelto (no hay que hacerle nudo al final) y paso la aguja a través del agujero del fibrofácil (ese que tan dulcemente hizo mi marido...), de la goma espuma, la guata y la tela.


Cuando la aguja salió del otro lado, tiramos pasando el hilo, pero cuidando que del otro lado queden unos 15 cm (para tironear después). Enhebramos el capitón y volvemos a pasar la aguja para el otro lado.


Una vez que tenemos otra vez todo el hilo del lado del fibrofácil, llegó la hora de tironear. Se toma todo el hilo y se hace fuerza hasta que del otro lado el capitón quede hundido y arme esa clásica cruz de tela. Se pueden adoptar posturas delicadamente femeninas, como sostener con un pie el fibrofácil, con una mano el hilo y con la otra la engrampadora. Un vez que está donde queremos se aplican grampas en zig zag para que el hilo aguante la fuerza del capitón.
IMPORTANTE: siempre se empieza por el capitón del centro superior y se van agregando hacia los costados. Una vez terminada la fila horizontal, se sigue con la de abajo, empezando siempre por el centro.
No hay que tener miedo de que la tela alrededor esté floja, al principio parece un proyecto de jardín de infantes mal hecho, pero a medida que se van agregando capitones, va adquiriendo esa paqueta apariencia victoriana.


Así se ve cuando están todos los capitones puestos. El siguiente paso es tironear de los borde, respetando los pliegues que fueron armando los capitones, y engrampándolos atrás.


Paso 7. Armado! Aquí vuelve a intervenir el marido habilidoso. Hay que medir la altura a la que queremos el cabezal y atornillarle dos patas de fibrofácil, para luego atornillarlas a la pared.


Hay que tener en cuenta que si la pared tiene un zócalo, hay que restarle la altura del zócalo a la altura de las patas, para que éstas comiencen justo arriba del zócalo, y de este modo todo el cabezal bien pegado a la pared.


Mientras sus padres transpiran la gota gorda, Juana colabora tomando una opípara merienda junto a su amiga Gala. Es que hay que reponer fuerzas para seguir mirando películas...


Y así quedo finalmente!! Aprovecho para mostrarles la lámpara que armamos con un globo de papel del barrio chino, pirotines para muffins y un adorno de acrílico.

Me despido hasta el próximo proyecto, muchos besos desde Patagonia!








lunes, 13 de agosto de 2012

Mi banqueta portuguesa

Hola a todos! Siguiendo con la restauración y los tutoriales de tapicería, aquí va nuestra última obra de arte.
Esta banqueta es muy especial para mí ya que de todos los muebles heredados de la familia es el único (al menos de los que fueron a parar a mi casa) de origen portugués.
Estaba en un estado bastante deplorable y me encontró dispuesta a restaurarle cada moldura. Pero cuando la desarmé y empecé a convivir con ella, sus grietas y rayones me causaron... ternura.
Es una viejita con cicatrices y disimularlas no me pareció muy noble, por lo tanto decidí potenciarlas.



Paso 1. Empezamos por la tarea sucia: desarmar su tapizado (un viejo simil piel animal print) y su relleno de ¡paja y arpillera! Nos llevó un rato largo y tres días de tos, pero finalmente quedó desnuda.



Paso 2. Encolar y reforzar toda la estructura.



Paso 3. Una vez firme, le armé un nuevo elástico, haciendo un enrejado con tiras para persianas que compré en el supermercado. Tienen la consistencia ideal, son resistentes pero flexibles.


Paso 4. ¡Pintura! Esta vez elejí un extremo: esmalte sintético negro brillante, para que se noten bien sus rayones y curvas mochas. Estoy enamorada de los esmaltes en aerosol: se secan el doble de rápido, son fáciles de aplicar y dejan una terminación impecable. El único problema es que hay que hacerlo en un lugar ventilado y en mi caso elegí el jardín de mi casa.


Paso 5. Tapicería: una capa de goma espuma de alta densidad, ya que va a ser un mueble de uso diario y quiero que además de lindo sea muy cómodo. Luego una capa de guata para suavizar los bordes y una capa de lienzo de algodón (el más barato) para unificar todo y fijarlo a la estructura.


Paso 6. Terminación en cuerina color crema. En este caso le hice unas costuras dobles para darle algo de relieve y más fuerza al tapizado. Cuando coso cuerina, cuero o lonas plásticas, utilizo un prensatela de teflón a mi máquina de coser. En el caso de las cuerinas o ecocueros me gusta coserlos con hilo de bordar a máquina, es el más resistente.


Paso 7. Unas tachas esquineras (con cuidado de no martillarse los dedos) para darle un toque de paquetería y ¡a disfrutar!

¡Hasta la próxima!

jueves, 14 de junio de 2012

Mesa de luz de los años 40

El segundo turno para la restauración se lo ganó una vieja mesa de luz estilo Art Decó.
Nadie en mi familia sabe muy bien de dónde vino exactamente, pero entre sus últimos destinos, la pobre tuvo que soportar el papel de "mesa de dormitorio adolescente" y para cuando llegó a mi taller estaba desencolada, la puerta no cerraba, el cajón estaba atascado y sin herrajes y todo el laminado exterior estaba oculto bajo un surtido indescriptible de stickers, pegatinas y otras sustancias tóxicas.
En esta primer foto ya se ve después de horas de lijado y virulana y con una mano de masilla.


Después de arreglar, encolar y masillar para dejar otra vez firme su estructura, empezaron las manos de pintura. Aquí está secándose su segunda mano de esmalte sintético blanco, pero terminé dándole cuatro manos. El esmalte está aplicado con rodillo para sintético y lijado con una lija al agua n°180 entre mano y mano.


Después vino la etapa de investigación. Me encantan los motivos geométricos Art Decó!! En esa época los muebles se diseñaban con una estructura sencilla pero con terminaciones lujosas. Es el período de los laminados en composiciones geométricas, los vidrios facetados, las terminaciones metalizadas y esmeriladas.
También por aquellos años se puso de moda el estampado "Chevron" (que casualmente ahora está de moda nuevamente) en forma de V, que decidí tomar como fuente de inspiración.
Como no sé trabajar los laminados de madera tipo marqueterie (como hacían los evanistas en los '40), decidí hacer mi Chevron con un material que conozco mucho por mi trabajo (y adoro!!): el vinilo. Busqué entre los mil rollos y rollitos de recortes de vinilo que van quedando de los trabajos y encontré un precioso color dorado en dos versiones, mate y brillante.

Primero tracé con lápiz negro una raya vertical, dividiendo el frente de la puerta y el cajón al medio. Luego hice un dibujo base diagonal, que calqué con un molde de papel y pasé al vinilo. Corté y pegué las partes y en el proceso me dí cuenta de que era el mueble perfecto para alojar a mi máquina overlock, así que apenas estuvo terminada la ubiqué debajo de uno de mis escritorios y la llené de cosas de costura!!



No sé qué opinen pero a mi me parece que ella se siente mucho más glamorosa que cuando estaba cubierta de stickers viejos de Metallica...






martes, 12 de junio de 2012

Crónicas de una herencia

Hoy comienzo a relatar una crónica muy particular. Hace algunos meses, por razones que no vale la pena detallar, mi mamá decidió desarmar la gran casa familiar y repartir entre sus tres hijos todos los muebles, adornos, cuadros, cubiertos y miles de objetos extraños heredados de generación en generación.
De los tres hermanos, yo soy la única que heredé de mi abuela materna el amor por los muebles y objetos antiguos y sobre todo la pasión por la restauración.
Así que después de varios viajes entre casa y casa cargando bártulos, mi garage/taller quedó invadido hasta el techo. La mayor parte de los muebles que me traje son una selección de ejemplares que tienen un valor sentimental muy fuerte para mí, pero también son aquellos a los que entre el polvo, las fundas hechas con sábanas viejas y las cajas, les vi un enorme potencial y los imaginé con nueva pintura, generosos tapizados, bronces lustrados y muchos trucos de restauración aprendidos de mi Nona.

Para mí este nuevo proceso de ir revelando poco a poco esa belleza que esconden, es también un período de restauración de mis afectos, mi historia y mi herencia.

Hoy comienzo con la más abandonada de todas las mesas de la casa. Siempre desempeñó papeles secundarios, fue la obrera del grupo. Durante años sostuvo tarros de pintura y resistió salpicaduras en el taller de mi abuela. Después estuvo en una cocina, guardando manteles, servilletas y accesorios para la mesa.
Fue barnizada mil veces con pegotes oscuros y estoy segura que nunca fue lijada ni lustrada.

Llegó a mi taller con esas capas de barniz oscuro, los herrajes trabados por el óxido y la tapa superior con una rajadura de lado a lado.


Lo primero que hice fue limpiarla, sacarle la tapa y encolar los vértices. En este paso, estaba decidida a pintarla con aerosol de algún color muy fuerte y llamativo, pero cuando comencé a lijarla apareció una madera color caramelo que nos encantó (hablo también de mi marido, mi ayudante en todas estas locuras).

Así que, lijadora en mano y mucha paciencia lograron eliminar las miles de capas de barniz. Una vez que estuvo la madera cruda, preparé un emplaste con cera para pisos y algunas "cucharadas" de pintura asfáltica (o brea diluida) y le pasé varias manos generosas para humectarla y darle un leve brillo de lustre.


Luego corté una tabla de MDF o fibrofácil, de la misma medida que la tabla rota que le saqué al empezar, y la llevé a una maderera amiga para que le hagan un fresado en todo el contorno (el fresado es esa guarda tipo moldura, típica de los muebles antiguos).


Clavé la placa de MDF a la mesa original, masillé con masilla para madera para que no se vean los clavos y le dí a toda la tabla una mano de un buen látex acrílico blanco. 
Y para terminar, investigué un poco en internet y descubrí que es un típico mueble doméstico inglés del 1900. Así que me bajé diseños de etiquetas y bolsas de importación de té y especias indo-inglesas de esa época y calqué el diseño que más me gustó sobre la tabla pintada de blanco. (Lo dibujé con un marcador indeleble negro). Una vez seco, le pasé dos manos de la pátina hecha con cera y brea, pero esta vez con más brea para que sea más oscura. Cuando dí con el color del resto del mueble, guardé en un frasco la pátina (para futuros usos), limpié y lustré los herrajes de bronce y ¡lista!


Ahora exhibe orgullosa una lámpara también restaurada (pero ese será otro post) y un porta tutti (llaves, teléfonos, anteojos, etc). 


Creo que está más contenta que cuando era un simple mueble de cocina.